Leer
es un beneficioso ejercicio mental. Al igual que nos cuidamos y vamos cada vez
más al gimnasio, deberíamos dedicar media hora diaria a la lectura. Leer favorece la concentración y la
empatía, alimenta la imaginación, modifica (para bien) el cerebro, nos hace
progresar y nos prepara para el éxito: ¡larga vida a los libros!
La lectura es el único
instrumento que tiene el cerebro para progresar, nos da el alimento que hace
vivir al cerebro. Ejercitar la mente mediante la lectura favorece la concentración.
A pesar de que, tras su aprendizaje, la lectura parece un proceso que ocurre de
forma innata en nuestra mente, leer es una actividad antinatural. El humano
lector surgió de su constante lucha contra la distracción, porque el estado
natural del cerebro tiende a despistarse ante cualquier nuevo estímulo. No
estar alerta, según la psicología evolutiva, podía costar la vida de nuestros
ancestros: si un cazador no atendía a los estímulos que lo rodeaban era
devorado o moría de hambre por no saber localizar las fuentes de alimentos. Por
ello, permanecer inmóvil concentrado en un proceso como la lectura es
antinatural. Y aunque antes de la lectura cazadores y artesanos habían
cultivado su capacidad de atención, lo cierto es que sólo la actividad lectora
exige la concentración profunda al combinar el desciframiento del texto y la
interpretación de su significado. Aunque la lectura sea un proceso forzado, la
mente recrea cada palabra activando numerosas vibraciones intelectuales.
En este preciso instante,
mientras usted lee este texto, el hemisferio izquierdo de su cerebro está
trabajando a alta velocidad para activar diferentes áreas. Sus ojos recorren el
texto buscando reconocer la forma de cada letra, y su corteza inferotemporal,
área del cerebro especializada en detectar palabras escritas, se activa,
transmitiendo la información hacia otras regiones cerebrales. Su cerebro
repetirá constantemente este complejo proceso mientras usted siga leyendo el
texto.
La actividad de leer, que el
cerebro lleva a cabo con tanta naturalidad, tiene repercusiones en el
desarrollo intelectual. La capacidad lectora modifica el cerebro, hay más
materia gris en la cabeza de una persona lectora y más neuronas en los cerebros
que leen.
Hay que leer con intensidad,
despacio, con cuidado, viviendo la vida de las palabras. Al cobrar vida cada
palabra, la imaginación echa a volar. El poder de la mente es tan fuerte que
recrea lo imaginado, activando las mismas áreas cerebrales que se accionarían
si se ejecutara la acción en la realidad. Los lectores simulan mentalmente cada
nueva situación que se encuentran en una narración. Los detalles de las
acciones registrados en el texto se integran en el conocimiento personal de las
experiencias pasadas.
Además de alimentar la
imaginación y favorecer la concentración, la lectura ayuda a mejorar algunas
habilidades sociales, como la empatía. Un ávido lector rápido aprende a
identificarse con los personajes de las historias que lee y, está más dispuesto
a abrirse a otras vidas.
Pero no sólo es más empático
quien lee, sino también mejor orador. Como dijo Cicerón, “a hablar no se
aprende hablando, sino leyendo”. Lejos de la imagen solitaria e introvertida
con la que se identifica al lector, lo cierto es que las personas lectoras
desarrollan más sus habilidades comunicativas. Al enriquecer el vocabulario y
mejorar la sintaxis y la gramática; aprendemos a hablar adecuada y justamente.
Hacer un correcto uso del
lenguaje está bien valorado socialmente, por ello, quienes nutren su dialéctica
mediante el hábito lector son percibidos por los otros como personas con gran
capacidad de liderazgo. Son más apreciados profesionalmente.
Es también importante seguir
leyendo en la madurez y en la vejez. Neurólogos y psicólogos recomiendan la
lectura como método preventivo del alzheimer u otras enfermedades
neurodegenerativas. Cuando una persona comienza a padecer síntomas de demencia
y a perder autonomía, influyen dos factores: las lesiones que ha producido la
enfermedad y la pérdida de la capacidad de compensar. Compensar significa poner
a funcionar áreas del cerebro que antes no funcionaban, poner en marcha la
reserva cognitiva, es decir, la capacidad intelectual acumulada a lo largo de
su vida mediante conocimientos y actividades intelectuales. Para disponer de
una buena reserva cognitiva es importante tener una vida intelectualmente
activa. Quienes se mantienen mentalmente en forma a lo largo de su vida, corren
menos riesgo de padecer alzheimer, parkinson o enfermedades cardiovasculares.
“Una buena selección
de libros es como una buena selección de alimentos: nutre.”
¡Feliz día del libro!
Precisamente por la importancia de saber leer y saber bien. Es que ando buscando los libros para aprender a leer mas eficientes que pueda haber. Pues necesito enseñarle a algunas personas.
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