Esa primera vez,
uno de los momentos que todo recordamos: la
primera cana. Te miras al espejo y ves un reflejo de luz salir de tu
pelo, un amigo observador te lo comunica o vas a cortarte el pelo y te la
descubren. Allí está, la primera cana, y tras de ella muchas más vendrán. Sabes
que no hay vuelta atrás que podrás tener más canas, pero no menos. Vamos a conocer en profundidad a esos
enemigos de blanca tez.
¿Qué son las canas?
Con el paso del
tiempo, el mecanismo biológico encargado de pigmentar la cabellera deja de
funcionar y, con él, desaparece el tinte natural del pelo. En consecuencia, el
cabello sigue creciendo pero sin pigmento, sin color. La aparición de las
canas en el cabello, en general, no es más que un síntoma que anuncia el
obligatorio proceso de envejecimiento al que se enfrenta el ser humano. Su
presencia en el cuero cabelludo alcanza el mismo rango que el que pueden tener
las arrugas en la piel. No en vano, en la mayoría de los casos, la canicie -que
así se conoce académicamente a la progresiva pérdida de color del pelo- es
consecuencia de una sucesión de hechos fisiológicos en los que participan
genes, proteínas y enzimas.
¿Por qué salen las
canas?
El color del
cabello es un rasgo distintivo de cada hombre y de cada mujer. Su intensidad y
pigmentación varían conforme avanza la edad del individuo. De hecho,
generalmente, el pelo sufre un proceso que lo oscurece entre la infancia y la
adolescencia. Después la tonalidad del cabello alcanza una fase estacionaria
previa a la aparición de las primeras canas, con la llegada de la madurez. Esta
decoloración natural adquiere el calificativo de canicie fisiológica o de
senescencia. La misma obedece a una disminución progresiva de la producción en
el organismo de una sustancia llamada melanina. Es parte de un fenómeno que pasa
por varias etapas antes de que los melanocitos, que son las células que están
en el pelo, dejen de funcionar por completo. Este proceso es irreversible y
provoca la pérdida gradual y no uniforme del color de la cabellera.